Cada diseño tiene su propia historia: Flux, diseño circular desde lo material
En un país donde el reciclaje aún enfrenta importantes barreras culturales, logísticas y regulatorias, Flux irrumpe como un emprendimiento que combina estética, circularidad e innovación tecnológica para transformar materiales plásticos en materi de alto valor. Fundada por tres hermanos —dos diseñadoras y un sociólogo— la empresa nace desde una motivación familiar: dejar atrás los servicios intangibles y trabajar con la materia, cuestionando desde su raíz la cultura de lo desechable.
Flux es el nuevo socio de ANIR y un actor emergente que demuestra que la economía circular puede —y debe— ser también sinónimo de diseño, trazabilidad e impacto real.
La delegación pudo conocer en terreno desarrollos tecnológicos aplicados a la separación y valorización de escombros, así como la operación de plantas procesadoras en Londres y centros de ingeniería en Irlanda del Norte.
De los juguetes al diseño sustentable
“Todo partió con la idea de hacer juguetes hechos de juguetes”, recuerda Consuelo Yávar. La sobreabundancia de productos plásticos desechables para niños durante la pandemia fue el punto de partida de una investigación familiar que evolucionó hacia la creación de un material propio, compuesto 100% por plásticos reciclados y, a su vez, 100% reciclables. Así nació el panel flux, un producto monomaterial que puede volver al ciclo sin perder sus propiedades.
“Nos dimos cuenta de que el mundo del reciclaje está lleno de mezclas imposibles de recuperar. Nuestro foco fue desarrollar un material estéticamente atractivo, duradero y verdaderamente circular. Ese equilibrio ha sido el corazón de nuestro desarrollo”, afirma.
La historia detrás de cada diseño
Para Flux, el relato importa tanto como el diseño. Cada panel o mueble cuenta con una historia trazable sobre su origen. “Una cubierta de mesa puede estar hecha con 2.500 envases de yogur. Eso permite a las personas entender el impacto de lo que consumen y visualizar el ciclo completo del residuo”, explica Yávar.

Este enfoque comunicacional no solo da valor al producto, sino que busca generar conciencia ciudadana sobre los materiales plásticos descartados y su potencial de transformación.
Estructura operativa y red de abastecimiento
La operación de Flux se desarrolla desde la Región Metropolitana, con un modelo de abastecimiento variado que incluye compras a gestores de materiales, donaciones de empresas y trabajo conjunto con recicladores de base. Aunque procesan distintos tipos de plásticos como HDPE, LDPE y PP, hoy el 95% de su producción se basa en poliestireno (PS), uno de los menos valorizados en Chile.
“Escogimos el PS porque es un material con muy baja tasa de reciclaje. Vimos ahí una oportunidad de impacto real, aunque también grandes desafíos técnicos por la falta de infraestructura intermedia”, agrega.
Un ecosistema por construir
En este camino, Flux ha tenido que desarrollar su propia tecnología para poder escalar. “No hay máquinas de catálogo para lo que hacemos. Todo ha sido con ensayo y error, en colaboración entre ingenieros y diseñadores. Nuestra planta es resultado de cuatro años de aprendizaje, equivocaciones y mejora continua”, destaca Yávar.
Desde esta experiencia, también surge una visión crítica: “La Ley REP está diseñada solo para los grandes actores. Quienes realmente estamos innovando desde abajo no tenemos espacio para participar, ni incentivo ni apoyo. Eso limita la diversidad de soluciones y frena el desarrollo de propuestas más conectadas con lo cultural y lo educativo”.
Impacto cultural y visión de futuro
Hoy, Flux trabaja en dos líneas de negocio: materiales sustentables (paneles) y mobiliario terminado. Sus productos están presentes en espacios como restaurantes, colegios y hogares. Además, su modelo busca normalizar el valor de los materiales reciclados desde la infancia, convirtiéndolos en parte del entorno cotidiano de las nuevas generaciones.

“Nuestro sueño es llevar la basura a los museos. Que un residuo transformado en diseño pueda exhibirse como arte o diseño de autor. Porque cuando le das valor a un residuo, lo elevas, le cambias su destino”, concluye Yávar.
